¿Qué tiene que ver criaturas mitológicas como los dragones, con un psicólogo canadiense y el cambio climático? Si no tenés idea, seguí leyendo, nosotras te lo contamos.
El psicólogo canadiense Robert Gifford pensó en una teoría que nos explique por qué la mayoría de nosotros hacemos menos de lo que podríamos por el ambiente, así es como nacen los Dragones de la Inacción: Barreras psicológicas que impiden que los individuos nos comprometamos en acciones verdes para mitigar y adaptarnos al cambio climático, además de lograr que nuestra comunidad sea sustentable.
Existen dos tipos de barreras: Las estructurales, que refieren a la situación de vulnerabilidad frente a las necesidades básicas, las cuales exceden el análisis de esta teoría; y las psicológicas, que involucran a la mayoría de las personas que no están severamente afectadas por las anteriores.
En esta nota, nosotras les vamos a contar sobre estas últimas.
1. Cerebro antiguo: El cerebro humano no ha evolucionado lo suficiente como para dejar de pensar en sobrevivir a las situaciones del ahora inmediato. Es por esto, que nos cuesta tanto tomar acciones para prevenir y mitigar un peligro que se percibe incierto y distante como es el cambio climático.
2. Ignorancia: Podemos no conocer de la existencia de los problemas ambientales o bien conocerlos y no saber qué acciones tomar, cómo tomarlas y si al tomarlas tendrán verdadero impacto positivos. Los medios de comunicación y su multiplicidad de información conlleva a lo dicho.
3. Entumecimiento ambiental: No tomamos consciencia de los efectos negativos del cambio climático hasta que no afectan nuestro entorno físico inmediato. Esto en parte se debe a que el ambiente tiene una complejidad tal que no nos permite monitorearlo constantemente en su totalidad…
4. Incertidumbre: Nuestras acciones no suelen ser preventivas de los efectos negativos del cambio climático debido a la incerteza de cuáles serán estos efectos, cuando ocurrirán, a quienes les ocurrirán, entre otras. Esto lleva a que muchas personas justifiquen su inacción.
5. Infravaloración de las consecuencias locales. Creemos que los riesgos son peores en lugares distintos o alejados del propio. Esto lleva a reducir la motivación para actuar responsablemente a nivel local y presente.
6. Sesgo de optimismo: El ser humano por naturaleza utiliza el optimismo como mecanismo de supervivencia, por lo que nos hace creer que no vamos a sentir los peores efectos del cambio climático en nuestra propia piel.
7. Ineficiencia de las acciones individuales: Como el cambio climático es un problema global, creemos que nuestras acciones individuales no aportan a la solución real debido a la amplia escala de la problemática.
1. Cosmovisión: Como el capitalismo ha permitido mejorar la calidad de vida de millones de personas, muchos descreen de las consecuencias negativas que causa el desarrollo ilimitado sobre el ambiente.
2. Superpoderes de la naturaleza: Existe una creencia de que hagamos lo que hagamos como seres humanos la naturaleza va a seguir su rumbo, por lo que creemos que nuestras acciones no son relevantes ni necesarias para evitar o cambiar el mismo.
3. Tecnosalvación: Existe una confianza excesiva en el avance de la tecnología como “mágica salvación” para todos los problemas ambientales.
4. Justificación del status quo: No concebimos justificación suficiente para sacrificar nuestro estilo de vida cómodo por uno más sostenible para el ambiente.
1. Comparación social: Comparamos lo que hacemos con lo que hace el resto de la sociedad y en base a eso construimos nuestra propia moral, la que justifica la carencia de acciones.
2. Normas y redes sociales: Lo que consumimos en las redes sociales puede generarnos patrones ambientalmente positivos o negativos.
3. Inequidad percibida: ¿Por qué debería cambiar yo si el resto no cambia sus conductas? Actores conocidos, representantes, sectores económicos y países son denominados no cooperativos, lo que justifica el estancamiento propio.
1. Inversiones financieras: No queremos ver que el esfuerzo y la inversión hecha en nuestro estilo de vida cómodo se deseche por un estilo de vida más sustentable. Ejemplo: No dejaríamos de usar el auto que nos costó tanto conseguir para empezar a andar en bicicleta porque es mejor para el ambiente.
2. Cambio de hábitos: Los cambios de hábitos suelen ser extremadamente resistidos (cambio de hábitos alimenticios) o suelen llevarnos mucho tiempo.
3. Conflicto de valores y metas: No estamos dispuestos a renunciar a nuestras aspiraciones y proyectos por que éstos puedan generar un impacto ambiental negativo (no dejaríamos de querer un auto más grande o una casa más grande porque estos sean contaminantes).
4. Falta de apego a un lugar: La falta de apego al lugar en donde vivimos hace que no nos importe lo que le suceda al mismo.
1. Desconfianza: Cuando se rompe la confianza en los científicos, gobiernos y otras figuras relevantes, la adopción de comportamientos positivos frente al cambio climático disminuye.
2. Percepción de las políticas públicas como inadecuadas o erróneas: Solemos sentir que las decisiones gubernamentales son insuficientes, muchos programas ambientales son voluntarios o no tienen sanciones severas por su incumplimiento, lo que desalienta a que las personas los acaten.
3. Negación: La desconfianza, la incertidumbre y los costos irrecuperables nos pueden llevar a una activa negación de que las conductas individuales puedan tener un efecto positivo frente al cambio climático.
1. Riesgos: En cada accionar ambientalmente sustentable, aparecen numerosos riesgos. Por ejemplo, ¿Esto que estoy haciendo va a tener un verdadero efecto positivo en el ambiente?; riesgo físico: ¿Andar en bicicleta me va a poner en peligro como me pone en peligro andar en auto?; riesgo financiero: ¿Voy a poder recuperar esta inversión en nuevas energías?; riesgo social: ¿seré juzgado por mi entorno por mis decisiones pro ambientales?; riesgo psicológico ¿Me voy a frustrar si lo que hago no funciona?; riesgo temporal: ¿estoy accionando a tiempo? ¿Cuánto me va a llevar adaptarme a esto? ¿Vale la pena invertir el tiempo necesario?
1. Tokenismo: Algunos cambios de conducta son más fáciles de realizar que otros, pero esto también significa que generalmente tienen menos impacto positivo sobre la emisión de gases de efecto invernadero.
2. Efecto rebote: Después de realizar acciones de mitigación, las ganancias que podrían resultar de ellas se ven disminuídas por acciones negativas subsecuentes.
La idea de conocer cada dragón que representa limitaciones inconscientes para entender y aceptar que actualmente atravesamos una problemática ambiental de gran índole como es el Cambio Climático, es poder reconocernos en ellos y a partir de ahí hacernos algunas preguntas: ¿Para qué, por quién o por qué llevamos a cabo determinada acción? ¿Cuál es nuestro entorno tanto inmediato o no? ¿Qué nos rodea y se conecta con nosotros? ¿Cada decisión que tomamos repercute y tiene consecuencias? ¿Cómo resuena ésto que hago? ¿Cómo o de qué manera puedo modificar mi accionar? Si algún actor referente niega o da poca entidad a la problemática, ¿de dónde él concluye eso? ¿no es acaso un humano como nosotros que no tiene la verdad absoluta?
Con esto no nos referimos a hacernos preguntas existencialistas que no tengan una respuesta o que profundicen nuestra angustia por “no saber qué hacer”. Es dar cuenta de nuestro contexto, de nuestro entorno, de todos los factores que lo conforman; indagar sobre los procesos productivos, sobre el inicio y fin de cada acción: se trata de pensar a corto plazo para no tener consecuencias a largo plazo.
Somos parte de un gran sistema complejo, que se materializa como una gran cadena y red, donde cada eslabón que se mueva en un lugar, repercutirá en otro, y así sucesivamente. Por tanto, todos nuestros actos siempre resultan en un impacto, depende de nosotros que sea positivo o negativo para el ambiente.
Es importante el hecho de no sentirnos juzgados, raros o ignorantes, siendo que todos estuvimos en un lugar “cómodo” del que nos cuesta o costaba salir. La idea es que desde un cuestionamiento surja una nueva decisión, que conlleve a un nuevo aprendizaje para que se convierta de a poco en hábitos sustentables.
Entendemos que nuestro sistema y contexto no es el mejor para poder replantearnos nuestras prácticas del día a día, ya que pocas veces estimula el aprendizaje en cuanto a temas ambientales, sus causas y consecuencias; pero basta con las ganas de querer construir otra realidad para poder generar un impulso que nos lleve a consultar en fuentes confiables y a personas comprometidas con la causa: dos aspectos claves para no caer en la trampa del “capitalismo verde” y en las promesas tecnológicas.